viernes, 4 de marzo de 2011

UNA BELLA FLOR

-Aquí la tienes, me dijeron. “Es tan hermosa”, pensé yo. “Tan sólo un pequeño soplo de vida  y me necesita tanto…” Me dediqué a cuidarla. La mejor tierra, el agua más pura, el sol de la mañana. Todo me parecía poco. Incluso deseé tejer  para ella una red que la alejara de todo daño, un mal viento o una gota de lluvia excesivamente fría podrían herirla y yo sufría por ello, tanto que me olvidé de vivir.  Crecía con fuerza y cada vez más bella pero a la vez necesitaba más y más y  yo con sacrificio se lo daba, todo para ella. Ni siquiera me importó que tuviera unas pequeñas espinas, ¡Eran tan graciosas! Apenas hacían daño, me equivoqué… Cuando quise darme cuenta habían crecido de tal manera que era incapaz de acercarme sin herirme las manos…

Tal vez debí cortar las espinas cuando aún eran tan sólo un brote,  ahora era tarde, muy tarde para ambas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ana en ocasiones las flores al igual que los hijos, hacen doler los ojos, el alma y hasta el roce de la piel, todas las que ostentamos el título de madres lo sabemos, pero todo queda recompensado con una confidencia, un abrazo a tiempo, un recuerdo cuando están lejos de ti.
Pero ¡que tonta soy! si después de tener a tus retoños estás más que licenciada en esta profesión tan completa que es ser mamá. Besos. Pepi.

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